8 jun 2011

Periodismo y su libertad de pensamiento

Apelando a mi memoria sobre el manejo de los medios en los tiempos de Alfonsín, de Menem y de los Kirchner, veo variantes en cada uno de ellos.
No se puede negar la libertad de prensa en épocas de Alfonsín. Al contrario, se escuchaba una pluralidad de voces de todo tipo. Nunca la libertad es absoluta. Traía en sí un nuevo discurso que se planteaba desde las Universidades, pero como enarbolaba la libertad como consigna, quizás no se viera la parcialidad.
Cuando pasamos a los tiempos de Menem, ahí la cosa cambia de forma. Se establece un discurso oficial sustentado en intelectuales y economistas que traían nuevas ideas que, aunque muchos consideraban nefastas, no tenían lugar a contradecirlas por la propia fuerza de la novedad y lo desconocido: el marketing, la competencia, el darwinismo, viejos a los 40 años, era aceptado por todos y como tal un discurso contrario era mal visto en su propia construcción. La falta de libertad de expresión se logró hegemoneizando las ideas a través de los medios.
En el ’99 tuve un problema de sobrefacturación de Telefónica de Argentina que tenía tanta fuerza sobre los medios que ni me dejaron enunciar el problema periodistas de renombre en Rosario. Tuve que luchar sola porque no había forma de elevar la voz. Las Multinacionales eran más fuertes que el consumidor.Defensa del consumidor me dio la razón y la multó después de un año de reclamos.
El kirchnerismo entró con la complicidad del medio más grande, como Clarín, que se convirtió en el discurso oficial. Publicaba lo que quería y no publicaba lo que el gobierno no quería. Se le entregó a éste medio todo lo que quisiera, se le permitió ser un multimedio a ultranza. Recuerdo que en el 2004 que existió un decreto, el 1563/04 que reglamentaba la ley 25873 llamada la “ley espía” {porque nos iban a registrar, grabar por 10 años, todo lo que habláramos por cualquier medio: Internet, teléfono, celular, etc.) que no había sido publicado en ningún medio de comunicación bajo ninguna forma. Se la había silenciado. Cuando salió a la luz la Corte Suprema la consideró inconstitucional.
Y ahí sí que estábamos mal. La complicidad era absoluta. Cuando a raiz del problema del campo se rompe esa sociedad (la más peligrosa de todas) llegaron las amenaza a los periodistas, los escarches, las desacreditaciones, los despidos; los periodistas tuvieron que optar, algunos seguir libres y otros, seguir trabajando. Acá la acción fue directa mediante el amedrentamiento. A pesar de la actitud del gobierno de repetir una mentira una y mil veces, TODAVIA se escuchan otras voces. Está en nosotros defenderlas.

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