Vimos en nuestro país un crecimiento exponencial de la pobreza y que, aunque la economía haya crecido en su momento hasta un 10%, los pobres siguieron pobres. Como decía Cristina hay lugares donde la pobreza es “estructural”, como que no tuviera remedio.
La iglesia ante el determinismo de nacer pobres y morir pobres estimula la “caridad”, el tiempo, la limosna, que aunque reúna una buena intención los mantiene en la situación en la que se encuentran. El Estado, con sus “planes” los estimula a seguir siendo pobres. Es decir, el crecimiento de la economía, la “caridad” del Estado y la caridad de la Iglesia perpetúan la situación y no dan el impulso transformador que sólo puede dar una sociedad solidaria.
La pobreza no puede ser una maldición inexorable.
Si nos proponemos culturalmente recomponer esa parte abandonada de la sociedad, pensando como grupo, y si, en cada cosa que hacemos, no sólo buscáramos nuestro mejoramiento individual sino que también ese accionar repercutiera de alguna manera en el bien de todos, podríamos tener la utopía de una sociedad equitativa.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario