¿Qué fantasía activa en el público
el esquema de ser una “sumisa” declarada, que consiente como regla
de vida ser la posesión de un hombre a quien “obedece”? Un
hombre que le ordena cómo vestirse,cómo dirigirse a él, cómo
tratarlo. Hay novelas, series que fascinan a miles de mujeres.
¿Pero qué cautiva a las chicas de la
idea de ser sumisas? Que la pareja le prohiba cosas? Sea
viajar o trabajar. O que desarrollara todo tipo de estrategia de
control sobre su vida ante una patalogía de dominación
Los que no son millonarios, no compran
vestidores, ni viajan en embarcaciones, son cientos. Ejercen su poder
con lo que tienen a mano, y como la mujer les pertenece la matan si
los deja. Tan simple como eso. A veces ofrecen una aparente
estabilidad. O protección. O esa necesidad vital de todo ser humano
que es el anhelo de ser amados. Un anhelo por el que damos todo.
Pero, ¿en cuántas relaciones “todo” empieza con ese juego en
que “entregarse” es ceder control? ¿En cuántas relaciones parte
de ese poder lo da el poder económico? ¿En cuántas relaciones las
chicas disfrutan de ese poderío del hombre sobre ellas hasta que
deja de ser parte de la seducción y surgen la privación de sus
libertades, los celos enfermizos, los golpes o la muerte?
El sadomasoquismo en las relaciones
sexuales es lo menos problemático. El placer físico que puede
derivar del dolor en una relación sexual -por más excéntrico que
parezca- si deviene del consentimiento mutuo entre adultos es una
cosa. Si deriva de la imposición es abuso, violación, tortura. Así
de drástico. Y ahí surge la oscuridad. Entonces ¿por qué fascina
la sumisión que plantean ciertas historias televisivas a miles de
mujeres en un mundo que marcha por los derechos femeninos en todas
las geografías?
¿Cómo debemos encarar las mujeres una
relación para que sea sana? La desesperación por concretar un
vínculo, por no estar solas, por realizar el sueño de casarse o
tener un hijo, por acceder a cierto status a través de un hombre,
por tener un sustento o protección, deriva en un escenario de
absoluta desventaja en el que la transacción puede resultar
demasiado cara o irreversible si lo que se cede es la propia
libertad. ¿Pero nos educan a las mujeres para la autonomía? ¿O se
cree que eso es automático? ¿O mejor no pensar? Y planteo esto
despojándolo de cuestiones morales y poniéndolo en el plano de la
preservación personal. El tema aquí no es cómo
empiezan sino en qué se convierten o cómo terminan.
Si acaso piensan que los celos, el
control o la posesión son una muestra de amor y eso les impide poner
un límite a tiempo. Y si luego todo se des-controla y se cruza una
línea de la que ya no se puede volver. Y descubren que están
presas.¿Cuáles son nuestras sombras oscuras? ¿Podemos seguir
sin pensarlo al menos?
fuente
Es un reto no dejarse
atrapar por un amor que no es verdadero amor, por una relación que
es absorbente, que en lugar de darte alas, te las corta y te
encadena.
Fijate cómo esta poesía describe bien ese orgullo de sumisión como entrega:
Tú dirás triunfante, con salvaje grito:
¡Eres mía!..."Yo diré bajito,
Muy bajo: "Soy tuya".
Tu amor es de presa, de ofrenda es mi amor:
La vida me ha dado la parte mejor (sic)
Ángela Figuera
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