12 mar 2017

El peligroso juego fascinante de la sumisión.


¿Qué fantasía activa en el público el esquema de ser una “sumisa” declarada, que consiente como regla de vida ser la posesión de un hombre a quien “obedece”? Un hombre que le ordena cómo vestirse,cómo dirigirse a él, cómo tratarlo. Hay novelas, series que fascinan a miles de mujeres.
¿Pero qué cautiva a las chicas de la idea de ser sumisas? Que la pareja le prohiba cosas? Sea viajar o trabajar. O que desarrollara todo tipo de estrategia de control sobre su vida ante una patalogía de dominación  
Los que no son millonarios, no compran vestidores, ni viajan en embarcaciones, son cientos. Ejercen su poder con lo que tienen a mano, y como la mujer les pertenece la matan si los deja. Tan simple como eso. A veces ofrecen una aparente estabilidad. O protección. O esa necesidad vital de todo ser humano que es el anhelo de ser amados. Un anhelo por el que damos todo. Pero, ¿en cuántas relaciones “todo” empieza con ese juego en que “entregarse” es ceder control? ¿En cuántas relaciones parte de ese poder lo da el poder económico? ¿En cuántas relaciones las chicas disfrutan de ese poderío del hombre sobre ellas hasta que deja de ser parte de la seducción y surgen la privación de sus libertades, los celos enfermizos, los golpes o la muerte?
El sadomasoquismo en las relaciones sexuales es lo menos problemático. El placer físico que puede derivar del dolor en una relación sexual -por más excéntrico que parezca- si deviene del consentimiento mutuo entre adultos es una cosa. Si deriva de la imposición es abuso, violación, tortura. Así de drástico. Y ahí surge la oscuridad. Entonces ¿por qué fascina la sumisión que plantean ciertas historias televisivas a miles de mujeres en un mundo que marcha por los derechos femeninos en todas las geografías?
¿Cómo debemos encarar las mujeres una relación para que sea sana? La desesperación por concretar un vínculo, por no estar solas, por realizar el sueño de casarse o tener un hijo, por acceder a cierto status a través de un hombre, por tener un sustento o protección, deriva en un escenario de absoluta desventaja en el que la transacción puede resultar demasiado cara o irreversible si lo que se cede es la propia libertad. ¿Pero nos educan a las mujeres para la autonomía? ¿O se cree que eso es automático? ¿O mejor no pensar? Y planteo esto despojándolo de cuestiones morales y poniéndolo en el plano de la preservación personal. El tema aquí no es cómo empiezan sino en qué se convierten o cómo terminan.
Si acaso piensan que los celos, el control o la posesión son una muestra de amor y eso les impide poner un límite a tiempo. Y si luego todo se des-controla y se cruza una línea de la que ya no se puede volver. Y descubren que están presas.¿Cuáles son nuestras sombras oscuras?  ¿Podemos seguir sin pensarlo al menos?
fuente
Es un reto  no dejarse atrapar por un amor que no es verdadero amor, por una relación que es absorbente, que en lugar de darte alas, te las corta y te encadena.

Fijate cómo esta poesía describe bien ese orgullo de sumisión como entrega:
Tú dirás triunfante, con salvaje grito:
 ¡Eres mía!..."Yo diré bajito,
Muy bajo: "Soy tuya".
Tu amor es de presa, de ofrenda es mi amor:
La vida me ha dado la parte mejor (sic)
Ángela Figuera

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