Y lo definimos como esa incapacitante sensación de cuando has tirado la toalla, de cuando te has resignado, de cuando se apodera de ti el convencimiento desesperanzado de que no hay relación entre tus acciones y los resultados que obtienes, de que, como dijo un conocido mío, “Hagas lo que hagas, sale lo que sale”.
Al sentimiento de indefensión se puede llegar tras varias intentonas fallidas de conseguir unos ciertos resultados deseados. El conocido ejemplo del elefante encadenado a una estaca desde la infancia, que reflejamos en el dibujo que encabeza este artículo, ilustra claramente de qué hablamos: cuando eres pequeño (metáfora de cuando no dispones de recursos, estrategias o emociones adecuadas), ves que no puedes, y cuando ya eres grande (ya tienes recursos, estrategias y gestionas tus emociones), crees que no puedes.
El sentimiento de fracaso –o dicho desde un enfoque menos dramático- de “no éxito”, puede hacer caer en la desesperanza. Por eso, a la indefensión aprendida se le llama también «desesperanza aprendida«, porque uno aprende a no esperar nada o, lo que es peor, a no esperar nada bueno. Pero todo lo que se APRENDE SE PUEDE APRENDER A HACER ALGO PARA CAMBIARLO
Es importante que sepas que la persona o entorno que te produce indefensión es porque tiene poder sobre tí, bien porque lo tenga por jerarquía, por ejemplo tu padre o tu jefe, bien porque se lo hayas otorgado tú, incluso sin darte cuenta de que le estabas dando ese poder.
La consecuencia de la indefensión aprendida es que dejas de tener motivación para actuar, para marcarte objetivos o perseguirlos, para luchar. Y abandonas. O algo peor: te abandonas. Hay formas de superarla- Pueden mira este video: Cómo superarla?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario