Comprenderían
porque nos asusta tanto volver a los 70. Muchos sufrimos las bombas,
la violencia, a la que no queremos volver. Las promesas K no son de
paz.
Ciudad
cero
Una
revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años que
eran
la quinta parte de toda mi vida,
ya había
experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo
que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la
guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases
escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios
de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre
descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror
que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después
de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los
adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que,
por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse
luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos:
el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de
un edificio próximo,
los restos de un saqueo
papeles y
retratos
en medio de la calle…
Todo pasó,
todo es
borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel
tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior,
ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira
repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de
llorar.
de
Ángel González. reconocido con el Premio Príncipe de Asturias y el
Premio Reina Sofía de Poesía, fue uno de los poetas más
significativos de la Generación del 50.
-Piense en nuestros dos países no como enemigos, sino como dos instrumentos
musicales diferentes, cada uno de los cuales juega un papel pequeño en
la magnífica sinfonía que es la historia humana. Es uno que va por TODO.
Hay gente con la que no se puede compartir ni hacer una sinfonía. Porque no
suenan bien. Lo que dicen no es música para los oídos.Están
más allá del relativismo.
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