10 jul 2018

Algo que no cambió.

Cuentan que un hombre  se despierta en el mundo actual luego de haber estado dormido durante cien años.

 Sale a la calle y nota que todo ha cambiado mucho: hay edificios muy altos y transitan automóviles rarísimos a velocidades para él impensables. 
Ve algo así como un enorme pájaro de metal atravesando el cielo. 
Asustado, entra en un edificio de oficinas. Ve salir papeles impresos de máquinas, personas conversando con pequeños aparatitos en sus manos, algunos que hablan con “fotografías que se mueven” donde se ve la cara de personas al otro lado del mundo y otros que se aglutinan delante de unos “cuadros” llenos de números y letras. Huye espantado.
 Hace un nuevo tramo por la calle y decide ingresar a un hospital. Adentro, encuentra gente que se mantiene viva gracias a estar conectada a máquinas y aparatos que permiten ver en detalle el interior del cuerpo humano.
 Aterrado, corre hacia la calle e ingresa en otro edificio, donde funciona una escuela. De repente, siente un alivio enorme. Por fin, ve algo que le resulta completamente familiar. Tal como sucedía en la época en la que se quedó dormido, ve un grupo de alumnos sentados ordenadamente en bancos, anotando en cuadernos lo que dicta un profesor desde el frente o lo que escribe sobre un pizarrón. ¡Están memorizando los ríos de Europa, tal como hizo él! Acá, en la escuela, todo es igual a su 
centenario recuerdo.

Santiago Bilinkis

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