5 ago 2014

No prepares el camino para el niño

De un cuento de Bucay: Una pequeña abertura apareció en un capullo de la mariposa. Un hombre se sentó y observó a la mariposa por varias horas, mientras ella se esforzaba para hacer que su cuerpo pasase a través de aquel pequeño agujero.
         Parecía que había hecho todo lo que podía, pero no conseguía agrandar el agujero, no podía salir del capullo.
         Entonces el hombre decidió ayudar a la mariposa, tomó una tijera y abrió el capullo.
         La mariposa pudo salir fácilmente. Pero su cuerpo estaba marchito, era pequeño y tenía las alas arrugadas.
El hombre siguió observándola porque esperaba que, en cualquier momento, las alas se abrieran y estirasen para ser capaces de soportar el cuerpo, y que éste se hiciera firme. Pero nada aconteció.
         En verdad, la mariposa paso el resto de su vida arrastrándose con un cuerpo marchito y unas alas encogidas. Ella nunca fue capaz de volar.
        Lo que el hombre, en su gentileza y voluntad de ayudar no comprendía era que el capullo apretado y el esfuerzo necesario para que la mariposa pasara a través de la pequeña abertura, era la forma en que la naturaleza hacía que el fluido del cuerpo de la mariposa fuese a sus alas, de tal modo que ella estaría lista para volar, una vez que se hubiese liberado del capullo.
Algunas veces, el esfuerzo es exactamente lo que necesitamos en nuestra vida. Por eso, a veces la vida nos pone ante obstáculos que debemos sortear. Si no saltásemos  los obstáculos no lograríamos ser tan fuertes como podríamos haber sido. Nunca podríamos volar.

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