12 sept 2012

Quién pudo con la tía Victoria?


         Única mujer de cinco hermanos tenía un carisma muy singular. Petisa retacona, con amplias caderas, tenía el ancho suficiente para contener el mundo. Se hacía cargo de todo lo que los otros no pudieran. De su madre anciana. De los nietos de su hija separada. De la comida de todos cuando llenaban su casa. Tenía una forma muy suave y cómplice de comunicarse.- Sabés qué pasa, Tito?. Y ahí, con una sonrisa picarona, te contaba lo que era su verdad en un murmullo pausado. 
       Sabía todo de todos, porque no había hermano ni sobrino que no les acercaran sus historias o las pistas para que ella dedujera lo que les estaba pasando. Sus hermanos?. Bravos todos. De temple. Quedaron huérfanos siendo adolescentes, salieron a la vida muy temprano. Todos con algo de genios en lo suyo, pero muy temperamentales. Pudieron con todos en la vida. Hasta uno contaba que se enfrentó a Evita. En serio. Pero a Victoria nadie la enfrentó. Presencié en una oportunidad una escena para un cuadro. Uno de sus hermanos era muy temido en la familia que había formado, nadie podía con él. Si tenía que revolear por el aire algo porque no funcionaba bien o porque él mismo se estaba equivocando, lo hacía y todos los demás guardaban silencio. En esa oportunidad estaba ella presente. Cuando tomó la calculadora para tirarla, le frenó el brazo y con una voz con autoridad, con la razón, con la reflexión le dijo: -Qué hacés, Tito?. Él bajó su brazo y no tuvo ningunas de las reacciones, de esas con las que tenía acostumbrados a los demás. Sólo ella podía hacerlo.
       Los extraordinarios eran sus desmayos. Las distintas ideologías entre tíos y sobrinos se encontraban en la mesa llegando hasta casi los puños. Pero, he ahí que la tía Victoria se desmayaba a punto y llegaba la vergüenza a esos hombres grandotes capaces de causarle eso. - Mirá, lo que hicieron, la tía Victoria se desmayó. Y ahí se terminaba la discusión. Tal dominio de respeto, amor de hermano, y ascendencia, lograba esta pequeña mujer en esa familia clásica italiana.
       Pero algo pudo con ella: la droga. Sus hermanos le habían dejado la casa en donde se criaron, por su dedicación hacia su madre. La perdió por ese nieto atrapado por el vicio. Y ella, que pudo con sus cuatro hermanos varones, puros guapos porteños, fue dominada y a pesar de su amor, de su lógica, de su carisma, no pudo contener el mundo, perdió su casa por salvar al nieto y no pudo frenar el brazo amenazante de un flagelo que destruye los cimientos de los valores más nobles. Eso  sí derrotó a nuestra tía Victoria. No pudo salvar a su nieto. Eso sí pudo con ella.
S.M.C.

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