16 may 2020

Qué la pandemia no nos destruya a los jóvenes.


El síndrome de Hikikomori, una palabra japonesa que significa algo así como aislamiento social. Se trata de un autoencierro, podríamos decir voluntario, aunque ninguna conducta tan destructiva puede pensarse completamente voluntaria: es una respuesta extrema a un problema que no encuentra solución.
El término Hikikomori fue acuñado por el psicólogo japonés Tamaki Saito en 1998 en su primer libro sobre este tema: “Aislamiento social: una interminable adolescencia”.Japón abrió las puertas del siglo XXI con el inicio de la masividad de la revolución informática; un país super desarrollado con exigencias laborales y sociales extremas.
Para los japoneses, el pasaje de la adolescencia a la adultez es un desafío enorme en el que no se puede fallar. Saito notó varias características de este proceso: la educación con escasa pluralidad de opiniones, una cierta comodidad económica, cierta subestimación del estado emocional de los chicos y la falta de atención en el desarrollo de las habilidades sociales producían varios trastornos.
Casi el 2% de los japoneses sufría este problema y la enorme mayoría eran jóvenes. Son adolescentes y adultos jóvenes que se encierran en su habitación y literalmente prescinden de las relaciones sociales.
Piden delivery para comer, viven rodeados de basura y desorden, no les importa su aspecto, trabajan online, o simplemente viven de sus padres, juegan complejos juegos virtuales, manejan la informática mejor que la lengua hablada, pueden atender varios dispositivos al mismo tiempo, no tienen amigos ni vida sexual, no ven la luz del sol, en general duermen de día y durante la noche no se despegan de las pantallas.
Son una versión moderna del clásico ermitaño de las cavernas… Pero son muchos. En un principio se pensó que la explosión de este problema en Japón tenía que ver con las particularidades de la educación japonesa y la incorporación de valores occidentales, pero rápidamente comenzaron a notar que los casos aumentaban en España, India, EEUU, Alemania, Italia, México y también el la Argentina, en las clases medias y altas de todo el mundo más o menos desarrollado.
Por supuesto, subyacen patologías como la depresión, la agorafobia o los desórdenes de la personalidad, pero no solamente, el hikikomori es una enfermedad social del siglo XXI. ¿Por qué me detengo tanto a hablar del Hikikomori?
Porque nuestros adolescentes están lidiando con un estrés al que no se le está prestando atención. Nunca están presentes en el discurso de ningún epidemiólogo ni de los médicos que aconsejan a las autoridades. Los chicos y jóvenes entre 12 y 21 la están pasando muy mal.
Necesitan tener relaciones con sus pares, necesitan aprender a gestionar sus emociones, a lidiar con la alegría y la frustración, con los encuentros y los desencuentros que implica tener amigos, novios, compañeros. Necesitan ver las caras de sus profesores y descifrar las emociones de la gestualidad, necesitan descargar esa energía corporal en ebullición.
Ya sé todos los contagios que prevenimos con el encierro pero les pido por favor que pongan la salud mental de los más jóvenes en la lista de las prioridades, porque es un obviedad pero hay que decirlo “son nuestros hijos y son el futuro” y me animo a decir que son el grupo más silencioso y que más consecuencias psíquicas sufrirá cuando todo esto pase.
"Aislamiento y zona de confort" por Federico Andahazi

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