25 abr 2017

Todo cuento es de terror para quien lo lee.

Lo que salva a unos, afecta a otros. Siempre el mundo es y será binario, según quien lo padezca.
La leyenda se enmarca en la época en la que los cantones suizos luchaban por su independencia del Imperio alemán.
Alberto, emperador de Alemania, hijo de Rodolfo de Habsburgo, había resuelto someter a los suizos y convertir al país en un Estado hereditario para la casa de Austria. Para conseguirlo, envió gobernadores a quienes encargó que tratasen a los habitantes con dureza para que se rebelaran y así justificar la ocupación con las armas (qué interesante esta práctica).  

Narra esta leyenda que Guillermo Tell,  nacido en el cantón suizo de Uri, paseaba un día por la plaza central de Altdorf (capital de Uri) donde se hallaba el sombrero de la casa dominante (la familia de los Habsburgo), ante el cual todos los suizos debían inclinarse con reverencia. Soberbio, Tell no lo hizo y el gobernador Hermann Gessler, un tirano despótico,  le impuso un escarmiento por su desobediencia,  disparar con una flecha de su ballesta a una manzana puesta sobre la cabeza de su hijo. Guillermo Tell cargó con dos flechas su aljaba. Disparó la primera y atravesó en su centro la manzana. Cuando le preguntaron respecto de la segunda flecha, Tell dijo que estaba dirigida al opresor que lo obligó a disparar, en caso de que sin querer matara a su hijo. Por esto fue encarcelado nuevamente y enviado  al castillo de Kussnacht para su reclusión, pero el navío naufragó y Tell escapó de sus captores matando a Gessler de un flechazo.

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