11 sept 2015

Mi homenaje a la maestra desconocida.

Fortunado Ramos en su libro “Personajes de Humahuaca” cuenta la verdadera, pero verdadera, aventura de ser maestras en el medio de las montañas.
Así en el cuento: "Maestras de Caspalá" nos habla de:
Clelia y Olivia, dos maestras humahuaqueñas  que hace muchos años trabajaban en la escuela de Caspalá, caserío rural ubicado casi 80 kms de Humahuaca, detrás de la cadena montañosa del Zenta y que en su cima supera los 5000m de altura.
Eran los primeros años de ejercicio de la docencia; por lo tanto inexpertas hasta inocentes podríamos decir, nada sabían de cargueros, de burros, de caminatas; por comentarios se enteraron que siempre se debe trasponer la cadena del Zenta al mediodía, para evitar vientos fríos y nevadas.
Clelia era la directora y Olivia, maestra de grado. Habían llegado a Caspalá en el mes de marzo, con ayuda de baqueanos y familiares, y se quedaron todo el período escolar enseñando a los niños de aquella alejada localidad, entregadas enteramente a su apostolado docente.
Por ese tiempo (dice el autor, también docente) nosotros trabajábamos en Santa Ana, 30kms. más adentro, vuelteando la cuesta de Hornos, temibles amarillos, silbar del viento, abismos profundos, quebradas hondas.
Aquel fin de año o fin de clases, programamos el viaje de regreso juntos…Propusimos partir a las 5 de la madrugada hacia Humahuaca. Él y otro colega (sigo yo contando la historia) estaban bien equipados, mientras a ellas les habían traído dos burritos y les habían prometido traerles a las 6 de la mañana siguiente dos monturas. La promesa era del Chapaco, un matrero conocido en la zona por mentiroso, charlatán y borracho.
Como ellas deciden esperarlo, los otros maestros partieron (aclara que las quieren ayudar y ellas creen que pueden).
A eso de las dos de la tarde parten ellas de la escuela por el sendero que bordea el río, cada una tirando su burrito de una soga que envolvía el hocico del animal a manera de bozal, azuzando al burro con una ramita de tola. Para colmo los burros eran mañeros. Los animales (dice el autor) saben de quien burlarse, por eso de rato en rato se detenían para comer algún pastito, para lamer una piedrita, para beber más agüita….La una estiraba con más fuerza la cuerda, haciendo estirar el cogote y levantar la cabeza del pollino, mientras la otra castigaba…Clelia y Olivia a duras penas,  comenzaron a cuestiar el cerro. Las escaleras, así se llama a esa tremenda subida rocosa, viejo camino del Inca construido a golpes, donde las moles son gigantescas…Las maestras empezaron a sentir el cansancio…El lloro de Clelia, la primera en quebrarse, era sordo, porque nadie la escuchaba…pocas palabras…era casi imposible seguir.
La noche no viene sola, viene con frío, a pesar de ser diciembre. Las maestras ya no caminaban, gateaban…No podían parar, el frío no las dejaba .. Y siguen sus avatares hasta llegar a Humahuaca.
Las escuelas de Caspalá, Santa Ana, Valle Colorado, Pampichuela, Yala de Monte Carmelo, en los valles. Las escuelas de Paicone, Cuasi Cuasi, Pirquitas, entre tantas, en la puna, eran las más alejadas de la provincia y muchas de ellas sin camino carretero, forzosamente los maestros tenían que ir a pie o sobre el lomo de un burro.

Hubo muchas colegas que sufrieron y lloraron en estos lugares. Clelia y Olivia son un ejemplo de docentes, sólo sacrificio y amor a la docencia.
NUESTRAS MAESTRAS DE MONTAÑA HACEN PATRIA DE ADOBE.

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