25 mar 2010

A mayor coerción menor solidaridad


El papel del miedo en la vida social es archisabido: quien pueda amedrentar, podrá dominar. Esto ocurre en todas las organizaciones, desde la barra de muchachos y la banda de delincuentes hasta el Estado, pasando por la empresa, la escuela, la Iglesia y el partido.
La lista de miedos es interminable: miedo al padre tiránico, al matón del patio de recreo o del barrio, al capanga, que pintó Horacio Quiroga; al patrón que no sabe delegar, al maestro punitivo (como lo fue Wittgenstein), al confesor avinagrado o al policía "bravo". Tememos el fracaso, la reprimenda, la miseria, la desocupación, la exclusión, la muerte, y aun el mero qué dirán.
Los códigos religiosos, morales y legales son manuales de gestión del miedo. De ellos abusan todas las organizaciones autoritarias, desde la escuela tradicional hasta el ejército y las llamadas fuerzas del orden. Todas ellas se proponen atemorizarnos para domarnos y obligarnos a renunciar a nuestros derechos, no sólo para instarnos a que cumplamos nuestro deber.
Los ejemplos más odiosos del manejo del miedo para sojuzgar al pueblo son los regímenes totalitarios.
Todas las democracias han atravesado por períodos represivos, durante los cuales se invocaron peligros más o menos reales. …Los mandalluvias en cuestión, incapaces de resolver los problemas sociales con inteligencia y participación democrática, adoptaron la consigna "gobernar es asustar".
El ciudadano asustado no puede ser buen ciudadano, porque teme cumplir con sus deberes cívicos, incluso el de informarse sobre ellos.Es común que los fracasos de la gestión democrática sugieran la conveniencia de un "gobierno fuerte". Pero éste no es otra cosa que una dictadura más o menos dura. Y las dictaduras pueden conseguir que los trenes marchen a horario, pero no que los ciudadanos gocen de sus derechos ni cumplan con sus deberes para con sus semejantes. En efecto: cuanto mayor es la coerción, tanto menor la solidaridad, porque el asustado se limita a sobrevivir.
Aprovechemos la principal enseñanza del gran filósofo y poeta romano Lucrecio: conocer para perder el miedo. Al encender la luz, le perdemos el miedo a la oscuridad. De aquí la importancia, tanto para la persona como para la sociedad, de hacer a un lado a los seudofilósofos posmodernos, que desprecian la claridad y denuestan la ciencia.
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1246263
Mario Bunge con sus 90 años todavía tiene mucho que enseñarnos...