4 ene 2011

A los argentinos no nos cayó la ficha.

El 22 de setiembre del 2010 escribí sobre la posibilidad de que nos salvaran las langostas igual que a Belgrano y conté un hecho real parecido a un milagro:
Una situación totalmente desigual: Belgrano con soldados que habían sido derrotados en una batalla anterior, sin ánimo, armados sólo con lanzas, sin entrenamiento, frente a un ejército con legiones profesionales, que sabían mucho más de la guerra
cuando sucedió la providencial aparición, en plena batalla, de una enorme manga de langostas, que se abatieron sobre los pajonales confundió a los soldados realistas y oscureció la visión, acabando de descomponer el frente.
“Miles y miles de langostas les pegaban de frente a los españoles... Los paisanos más o menos sabían de qué se trataba, pero los extranjeros no entendían muy bien qué estaba ocurriendo…. Parecía una granizada de disparos en medio de una polvareda enceguecedora. Un apocalipsis de insectos, viento y agua misteriosa, porque también empezó a llover. Nuestros enemigos creían que éramos muchos más que ellos y que teníamos el apoyo de Belcebú. Muchos corrían de espanto hacia los bosques.”
La base del idealismo: el imprevisto.
Capaz que nos salvan las langostas…, dije,por qué no?. Y sucedió el milagro. Como si David estuviera luchando con Goliat y Goliat se muriera de un infarto. La consternación no lo hubiera dejado reaccionar y así nos pasa a los argentinos. Algo que no se puede festejar pero sí que permite recuperar fuerzas. Todavia no nos cayó la ficha.

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